Parar. Parece sencillo, ¿no? Desacelerar. Detenerse. Descansar. Acciones que no deberían suponer mayor esfuerzo y que sin embargo son empresas en las que fracaso estrepitosamente a diario. He redefinido el concepto de parar y, es que, para mí, parar es que las actividades propuestas para el día se organicen fluidamente, una detrás de la otra, sin que se me requiera el don de la ubicuidad. A veces he pensado que lo conseguiría, estar en dos sitios a la vez; como si por evolución espontánea de la especie pudiera dividirme para hacer varias cosas a la vez. Multi-tasking. Eso que dicen que los hombres no pueden hacer y es una de las virtudes femeninas. Pues ya podríamos parecernos más a los hombres… Al menos en esa particularidad. A pesar de todo, el estrés no gobierna mi vida. He conseguido centrar mi atención en cada una de las actividades que hago y sólo pensar en aquello que está entre mis manos en ese momento justo. Ya me preocuparé de las que vienen después, si es necesario. Y es que he vuelto a releer un libro estupendo para gente ocupada como yo: “Elogio de la lentitud” de Carl Honoré. En él se habla del movimiento de la lentitud (Slow Movement), que no es que te muevas por la vida lento como un caracol. Más bien, este movimiento que se fundó en el 1986, promueve la idea de hacer las cosas a la velocidad adecuada, en el momento adecuado; ni más rápido, ni más lento, sino dedicarle el tiempo justo que se necesita para cada cosa. El tempo giusto: no es hacer las cosas lo más rápido posible, sino lo mejor posible.
Honoré cambió su manera de ver el mundo cuando pensó que sería buena idea leer cuentos de 60 segundos a su hijo pequeño de cuatro años. Le hizo reflexionar profundamente sobre el ritmo de vida que llevaba. Todos hemos tenido esa llamada de atención en algún momento de nuestras vidas pero, por alguna razón fuera del entendimiento, la hemos decido ignorar porque parece que no está bien visto ralentizar tu vida. Y que conste que decelerarar no significa que a partir de ahora te muevas por el mundo como una tortuga!! Sino que aprendas a saborear la vida en cada segundo. Aún así, yo soy una de tantas que a pesar del toque de atención ya me llegó, sigo mirando para otro lado. Es verdad que he empezado a reflexionar sobre mi manejo del tiempo y para prueba este blog aunque la velocidad que nos rodea a diario imposibilita una reflexión seria sobre el asunto porque a menudo acusan de perezosos a aquellos que deciden cambiar el ritmo de vida. Sí que es cierto que todavía me queda mucho camino por andar para seguir a pies puntillas las consignas del movimiento slow, pero debo confesar que he ralentizado mi vida considerablemente en los últimos dos años aunque a veces vuelvo a caer en la velocidad, porque es como una adicción difícil de dejar. Hay cierto sentimiento de riesgo en la rapidez de hacer las cosas, y ese subidón de adrenalina es lo que me mantiene enganchada a la celeridad. Afortunadamente, la vida se encarga de ponerme en perspectiva cada vez que pierdo el norte y vuelve a darme un toque de atención. La última vez me ocurrió mientras celebraba mi cumpleaños con unas amigas en un restaurante hindú.
Quedamos en ser puntuales a la cita y es que nos cuesta a todas llegar a la hora en punto a los sitios. Extrañamente todas llegamos a la hora acordada y entramos con ganas de cenar. La camarera nos tomó nota y aquello fue el inicio de una noche de despropósitos por parte del servicio de restaurante: nos sirvieron los entrantes antes del aperitivo, el tiempo de espera entre plato y plato rondaba la hora y media, el misterio de tikka masala que no picaba ;-) y cerramos con la fusión de los cafés… A pesar del hambre que pasamos entre plato y plato y la poca profesionalidad de la camarera que nos tocó, fue una gran noche… Hacía tiempo que no me reía tanto disfrutando de tan grata compañía… Y es que a veces el universo se alinea para que puedas apreciar lo importante de la vida, que no es otra cosa que los momentos que disfrutas de tus seres queridos y son esos momentos en los que se te olvida la hora que es o si te han traído el plato que pediste o no. Al final salíamos del restaurante casi a las 2 de la madrugada, la cena había durado casi cinco horas pero nos había parecido una exhalación. Amplias sonrisas se dibujaban en nuestros rostros y me fui a la cama con el regusto dulce que haber pasado una gran noche.
A la mañana siguiente, me acordé del libro de Carl Honoré que volví a releer inmediatamente y que me he propuesto seguir dentro de mis posibilidades. Sinceramente, no tiene desperdicio. Es un gran libro para replantearte el ritmo de vida que llevas. Para que os hagáis una idea, os dejo la entrevista que Carl Honoré concedió al programa Singulars donde explica la sinopsis del libro: “Elogio de la lentitud”. Disfrutad de cada segundo de ella y no os olvidéis de ser CARACOLES!!
Entrevista a Carl Honoré en el programa Singulars (en español aunque hay partes en catalán)
Comentarios
http://cesotodoydejemefb.blogspot.com.es/2011/02/86-el-arte-no-tiene-prisas.html
Si nos falta, porque nos falta y si nos sobra porque nos sobra, la cuestión es que siempre acabamos descontentos en ese sentido x).
Y como dices, en los restaurantes puede llegar a ser frustrante. En sitios pueden tardar una eternidad entre plato y plato y en otros lugares te traen la ensalada e ipso facto te traen el segundo y entonces no sabes que hacer, si comerte la ensalada rápido porque se enfría el segundo o comerte el segundo antes... y al final acaba sentandote mal la comida y todo x).
En mi opinión, creo que tendríamos que tener un ritmo de vida intermedio entre ir ahogado y muy descansado intentando disfrutarlo lo máximo posible.
¡Vaya parrafada te he soltado! Hasta la próxima :).
He descubierto hoy tu blog y ya me he enganchado...
Gracias por publicar estos magníficos artículos :)