“No tengo tiempo. Mi día debería tener 48 horas”. Cuando lo repites como un mantra es un signo irrevocable de que tienes un serio problema con el tiempo y creedme cuando os digo que es una de mis citas célebres. Al final se hace realidad y el tiempo se encoge como una prenda de algodón en agua caliente. Ahora es el momento de poner sobre la mesa todos aquellos pensamientos que me han rondado por la cabeza tras quitarme el reloj de pulsera y construir aquí mi mapa temporal del mundo.
Y por fin cayó en mis manos una buena historia. Tras dejar mi última lectura (El Método de Juli Zeh) a la mitad por ser más mala que un dolor, una mezcolanza infumable de grandes obras maestras distópicas, una imitación desastrosa de 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Huxley; NADA apareció como agua de mayo, una isla en mitad del océano, una lectura de estas que no puedes dejar de leer hasta el final, con un clímax que roza la intensa perfección. NADA propone un conflicto existencial: La idea de que
“Nada importa.
Hace mucho que lo sé.
Así que no merece la pena hacer nada.
Eso acabo de descubrirlo."
Y esta idea surge de un chico, Pierre Anthon, de 7º curso de una escuela de Taerig, Dinamarca. Es el primer día lectivo cuando Pierre tiene una revelación y decide dejarlo todo, salir por la puerta, subir a un ciruelo y contemplar el cielo sin hacer nada. Esto incomoda profundamente a sus compañeros de clase quienes deciden demostrarle que la vida tiene sentido y empiezan su cruzada personal para buscarlo. En la búsqueda crean una “montaña de significado” en una serrería abandonada para demostrarle a Pierre Anthon que se equivoca. El proyecto, lleno de buenas intenciones, no sale como esperaban. Cada objeto que exigen poner en la montaña implica un sacrificio cada vez mayor y más macabro en pos del tan ansiado objetivo: El significado de la vida. Todo parece valer desde la pérdida de la inocencia, la exhumación del ataúd del hermanito de dos años de una compañera hasta la amputación de un dedo. Y NADA, que en un inicio se podría confundir con un libro de autoayuda, se convierte en una novela de lo más oscura tirando a negra, de ese negro tan nórdico y que está tan de moda.
La mejor palabra para definir el texto es BRUTAL. Tanto en el desarrollo de la historia, como en el de los personajes, en el regusto final. Resuena a “El señor de las moscas” aunque con la salvedad de que los niños buscan una sociedad con sentido. Trabajan por llenar el vacío que ven en la sociedad en la que viven.
“¿Por qué finge todo el mundo que todo lo que no importa es importante lo es y mucho, y al mismo tiempo todos se afanan terriblemente en fingir que lo realmente importante no lo es en absoluto?”
El esfuerzo titánico que hacen por intentar demostrar que Pierre está equivocado se contrapone a las dudas que los acometen, sobre todo a la narradora de la historia, Agnes, quien confiesa al lector cómo hacen callar a Pierre para siempre porque “había ganado”. Tanto trabajo no había servido para nada y ahora, tras sus crímenes, la certeza de que “Nada importa” los tortura como el corazón delator de Poe. Cuando cerré el libro que había devorado de una sentada como el más exquisito de los banquetes, mi piel se erizaba. Tanto buscar para NADA, el sentido de la vida es NADA. Como concluye Pierre:
“El significado es significado. Por tanto, si en verdad lo hubierais hallado, seguiríais teniéndolo. Y la prensa de todo el mundo seguiría estando aquí para intentar descubrir en qué consiste. Pero la prensa no está aquí, ¡Por tanto sea lo que sea que habéis hallado no es significado porque éste, por supuesto, no existe.”
NADA es una crítica hiriente a la sociedad de la apariencia, a una sociedad en donde no hay cabida para preguntas transcendentes como la propuesta en la historia (el sentido de la vida), donde las personas que se plantean este tipo de preguntas son considerados hippies inadaptados que molestan a la masa y a los que es preferible hacer desaparecer para no escucharlos, para acallar sus voces.
Y es así cómo encuentro inaudito que el libro se haya prohibido en varias escuelas de Noruega o como en Alemania han habido llamadas a la editorial para que lo retiren de las librerías. Una vez más la sociedad da la espalda a las preguntas incómodas que puedan hacerlos conectar con algo desconocido, su interior. Así que ¿te has preguntado ya qué estás dispuesto a sacrificar por encontrar el sentido de la vida?
Nunca entenderé que prohíban un libro, que lo censuren, a estas alturas. Lo único que logran, en todo caso, es que todavía exista más interés en leerlo, que tampoco está mal, después de todo. Muy buena entrada, Érie.
jeje, Píramo, no sé si será la crisis. El libro se escribió hace diez años ;-) La vida es cíclica para aprender de nuestros errores pero parece ser que somos los únicos que tropezamos con la misma piedra una y otra vez. Como en un bucle infinito.
Francisco yo tampoco entiendo que prohíban libros a estas alturas de la historia. En fin, es la llamada democracia. Pero, como tú, también creo que la prohibición incita a la lectura. Basta que te digan que no hagas nada para que te entren unas ganas terribles de hacerlo. Me alegro que te haya gustado la entrada. Gracias por tu comentario. Suerte con la promo de tu libro!!
Comentarios
Gracias, nena.
Ya sabes, Érie, que tú y yo tenemos una conexión pisciana muy rara.
QUIERO ESE KIT!!!
Un beso!