“No tengo tiempo. Mi día debería tener 48 horas”. Cuando lo repites como un mantra es un signo irrevocable de que tienes un serio problema con el tiempo y creedme cuando os digo que es una de mis citas célebres. Al final se hace realidad y el tiempo se encoge como una prenda de algodón en agua caliente. Ahora es el momento de poner sobre la mesa todos aquellos pensamientos que me han rondado por la cabeza tras quitarme el reloj de pulsera y construir aquí mi mapa temporal del mundo.
23. ¿Te atreves a comprar un billete para el futuro?
Elegir el motivo que me llevó a comprar “Por qué el mundo funciona perfectamente sin mí” sería
complicado: Un título de lo más sugerente, una portada intrigante (¿Qué hace un
koala en una farola mirando fijamente hacia mi?), una colección de cuentos
diferente, un contexto distópico futurista y una pregunta retadora ¿te atreves
a comprar un billete para el futuro? ¿Yo? ¿Qué si me atrevo? ¡Por supuesto! Y tardé
poco en llevarme esta sublime historia a mi casa.
El primer cuento se titula “Cómo extirpé a Dios del cuerpo a un chica” y establece el tono del libro (podéis
leer y juzgar vosotros mismos clicando en el título): irreverente, sincero,
resacoso… Fue como tomar un brandy añejo en un bar cutre de carretera. Al
acabar la historia, deseé que no fuera sólo un cuento. Quería más. Aquella
atmósfera se merecía una novela. Resignada inicié la lectura de “Génesis
Citybis” y comprendí que aquello era mejor que una novela. Los cuentos parecen
estar conectados a través de los personajes y en los lugares en los que se
mueven. Sus historias son potentes, descarnadas, redondas, acabadas. Y aún así,
viajando por cada uno de los cuentos, se
dibuja a la perfección un futuro no tan lejano común en todas ellas, un futuro
que parece estar a la vuelta de la esquina, que puedes tocar con la yema de los
dedos y quemarte. Ese futuro es el hilo
invisible que une a los personajes y atrapa al lector. ¿Y cómo lo hace?
En un entorno que recuerda al
presentado por Black Mirror, la siguiente generación intenta sobrevivir en una
metrópolis que les supera, donde todo es exponencialmente más grande de lo que
la gente que allí vive puede manejar. Los personajes están abrumados y se
desconectan de ellos mismos por tal de no morir de saturación en una sociedad
tremendamente cruda, solitaria y consumista. El sexo y las compras compulsivas
son la vía de escape de personas que son incapaces de vivir. Son muertos
vivientes que se mueven por inercia, por los dictámenes que les marca esa
sociedad cruel que les ha tocado vivir. Analfabetos emocionales que ni tan
siquiera intentan cambiar ese mundo porque están tan
desconectados que no ven más allá de satisfacer su propio placer inmediato. Minusválidos
en establecer relaciones personales con sus familias, amigos y parejas que se
esconden en el sexo y la confrontación para sentir que algo les une todavía.
Si tuviera que destacar mi cuento
favorito sería “De la mano a la boca”. Liesbeth, la protagonista, es una farsante:
“perfecta” ama de casa que miente a su marido llevando a sus hijos a la
guardería mientras escribe libros como si fuera una superviviente de un cáncer
que nunca tuvo. La historia empieza con el dilema de Liesbeth por encontrar un
final para su último libro. Sabe perfectamente lo que esperan las ávidas
lectoras de ese tipo de “literatura” pero una parte de ella se resiste a darles
lo que quieren y eso la lleva a reflexionar sobre su propia vida: ¿no es eso lo
que ha estado haciendo toda su vida: hacer lo que se supone que otros esperan
de ella?
"Liesbeth y Sara se conocieron a
los dieciséis años, cuando trazaron El Plan: una serie de pasos bien definidos
que conducirían en última instancia a la felicidad en estado puro.
Todo se desarrolló según lo
previsto, empezando por la pérdida de la virginidad a los diecisiete con el
mismo chico que su amiga. A los dieciocho se matriculó en la carrera que le
recomendaron. A los diecinueve alquiló un piso con su amiga. A los veinte vivió
los mejores días de su vida: Una fiesta detrás de otra y cientos de amigos. A
los veintiuno, un novio perfecto y buenas notas. A los veintidós terminó la
carrera y vivió un año en casa para ahorrar para un coche. A los veintitrés, un
coche y el trabajo para el cual se había preparado. A los veinticuatro apareció
él, justo a tiempo para el matrimonio que tenía planificado; una año ahorrado
para comprar algo juntos. A los veinticinco, una casa en un barrio tranquilo
con un colegio cerca; todo el mundo aseguraba que Liesbeth iba por buen camino.
A los veintisiete, un hijo; dejó el trabajo y todo el mundo opinó que había
tomado la mejor decisión. A los veintiocho, su marido empezó a preocuparse
porque tardaba mucho en perder la grasa del embarazo, y tenía razón pero
Liesbeth negaba la mayor. A los veitinueve, otro crío. A partir de ese momento,
trabajar fuera de casa ya no era una opción. Así opinaba todo el mundo. A los
treinta, ahorró para un viaje hacia el sur.
Y después, nada más.
El Plan sólo iba hasta los
treinta. Llegado ese momento se suponía que ya debía ser feliz. Sin embargo, a
pesar de haber cumplido los plazos rigurosamente, los frutos obtenidos son
escasos y amargos. Liesbeth no se siente feliz, ni satisfecha, ni orgullosa."
La historia de Liesbeth me
resonaba familiar (exceptuando lo del marido y los niños). ¿Cuántos trazamos un
plan, El Plan, para ser felices pero una vez lo hemos conseguido nos encontramos que un vacío atroz nos roe las entrañas? Un día te levantas y te preguntas: ¿Qué
parte de mi vida es mía? ¿Qué parte de mi vida es de los demás? Y no es que me
arrepienta de nada de lo que he hecho en mi vida porque no estaría donde estoy,
ni me estaría haciendo estas preguntas. El camino hecho, hecho está. Liesbeth
tomó la salida fácil y desapareció. Se fue a empezar la vida que ella quería
llevar lejos de su marido, lejos de sus hijos. La desesperación interior la
abrumó tanto que necesitaba huir para poder volver a respirar. Yo soy de las
que ha aprendido que huir de tu vida no te lleva a ninguna a ninguna parte como
las escaleras de Escher. Así que ¿por qué no cambiar tu vida a partir de dónde
te encuentres ahora? Tomar las riendas de lo que va a ser tu vida, aceptando
que no le va a gustar a todos, asimilando los fracasos y celebrando los éxitos
de lo que tú y sólo tú eres responsable. Así qué ¿te atreves a comprar el
billete para tu futuro?
Eso es exactamente lo que hay que hacer: Balance, que nos quede claro dónde estamos, qué queremos conservar y qué queremos eliminar.
Pero a diario. La felicidad no es una piruleta, es más como un huerto: hay que regarla, abonarla, cortar las malas hierbas y llegar al final del día con la conciencia tranquila porque todo está donde debe estar o al menos en camino.
Buena entrada. A ver qué me dice el cuento enlazado ^^
Planificar la vida como hizo Lisbeth es tremendamente frustrante, además de tremendamente aburrido. Ni sale como esperas ni es interesante. Yo creo en la búsqueda incesante, intentando sobrevivir a la fagocitación social que inevitablemente abre sus fauces. Pero siendo uno mismo, no la répilica de lo estipulado por las mentes bienpensantes. Yo sé a dónde quiero llegar pero no me interesa en absoluto cómo voy a llegar.
Alicia tienes toda la razón del mundo. Qué bonita la imagen de la felicidad como un huerto. No lo podría haber definido mejor. Encontrar el equilibrio es una trabajo de constancia y perseverancia. Un besote hermosa!! Píramo enhorabuena por saber cuál es tu objetivo y no te importe el camino a recorrer. Yo pensaba que sabía cúal era mi destino pero cuando llegué me di cuenta de que aquello no era lo que yo necesitaba. Entiendo a la perfección a Liesbeth porque la autoconvicción del que camino que haces, es el que tú has elegido es como una venda que sólo el vacío interior logra quitar.
Una buena colección de relatos, tal como lo describes, sin duda. Los títulos son desde luego muy sugerentes, y tu reseña, impecable. Y sí, claro que hay que atraverse, faltaría más... Un afectuoso, Érie, y encantado de leerte, como siempre.
Comentarios
Eso es exactamente lo que hay que hacer: Balance, que nos quede claro dónde estamos, qué queremos conservar y qué queremos eliminar.
Pero a diario. La felicidad no es una piruleta, es más como un huerto: hay que regarla, abonarla, cortar las malas hierbas y llegar al final del día con la conciencia tranquila porque todo está donde debe estar o al menos en camino.
Buena entrada. A ver qué me dice el cuento enlazado ^^
Píramo enhorabuena por saber cuál es tu objetivo y no te importe el camino a recorrer. Yo pensaba que sabía cúal era mi destino pero cuando llegué me di cuenta de que aquello no era lo que yo necesitaba. Entiendo a la perfección a Liesbeth porque la autoconvicción del que camino que haces, es el que tú has elegido es como una venda que sólo el vacío interior logra quitar.
Un afectuoso, Érie, y encantado de leerte, como siempre.