43. Kinderwunsch y el Día de la Madre
Este
pasado fin de semana se celebró el día de la madre. Sinceramente, nunca le
había prestado mucha atención pero este año lo he sentido diferente. Y es que
la búsqueda de prole puede llegar a ser desquiciante. De repente, se te cruzan
los cables y sientes una envidia terrible de aquellas personas que ya poseen
aquel precioso tesoro: un hij@. Yo nunca me he considerado una persona celosa o
rencorosa pero, al final, este camino sin fin te hace perder la poca cordura que
te queda. La respuesta más común es que te relajes, que no pienses, que te
rindas, que la adopción también es una opción. Pero nada, esas palabras de
consuelo hieren más que la cruda realidad. Y es que, mes a mes, la sensación de
fracaso se hace más intensa.
Una de
las cosas que más me ha gustado de este día de la madre, a pesar de todos los baches que hemos ido encontrando en el camino, es que los límites de la maternidad se van diluyendo poco a poco y ya
no se considera sólo madre a la que pare sino que el abanico se abre mostrando
nuevos tonos de gris como muestra la siguiente reflexión que una amiga escribió en su muro de Facebook:
“La maternidad no empieza justo con el nacimiento de un hijo, empieza mucho antes para aquellas mujeres que quieren ser madres. Muchos sentimientos que se mueven: amor, miedo, valentía, desesperación, silencio, generosidad...No todas tenemos un camino fácil hasta lograrlo. Algunas tardan años en lograr un embarazo, otras pueden ver partir sus pequeños antes de tiempo, otras se enfrentarán a largos y difíciles procesos de adopción o tratamientos... otras deberán asumir que nunca llegará ese bebé amado y tener la fuerza interior de reenfocar ese deseo... Hoy me acuerdo sobre todo de esas madres, las otras madres humanas, quizás las más silenciadas, mi admiración y respeto, a las luchadoras que conozco y están o estuvieron en eso. Ellas también son madres.” Cristina García
Y es que hay poca
visibilidad y comprensión para con aquellas madres todavía en proceso de
búsqueda. La sensación de desconsuelo es a veces tan enorme que aunque la
intención principal de los que intentan ayudar, sea esa, la de ayudar; en
realidad, hacen que el dolor sea aún más intenso si cabe. Hay pocas ya-madres que recuerden
las dificultades que pasaron antes de tener a su hij@. Todas afirman que una
vez lo tienes, lo sufrido con anterioridad se olvida. Es en ese grupo en el que
esperarías mayor comprensión y, sin embargo, pasa todo lo contrario.
Por eso
cuando tuve el libro “Quién quiere ser madre” entre mis manos en el Sant Jordi de este año no pude
resistirme y lo compré. Cada capítulo, corto y conciso, me hizo recordar cada
una de las etapas por las que estoy pasando: la ansiedad de la espera, las
pruebas de embarazo, la percepción de síntomas inexistentes, la necesidad de
saber porqué no puedo quedarme, la tristeza de ver que otras ya lo han
conseguido… Así que respiré profundamente y me sentí más tranquila de repente.
Hay más como yo. No estoy loca. La protagonista que a los 40 se da cuenta que ha postergado
demasiado la maternidad cae en barrena tras la muerte de su padre y, mientras
vive el duelo de la pérdida, revive cada mes un duelo más por aquel hij@ que no
acaba de llegar. Porque, no lo dudéis, que cada vez que baja la regla es la
señal de que has sufrido una pérdida más.
Llega un
momento, sin embargo, en el que te rindes, en que tocas fondo porque tu vida se ha reducido a esa eterna búsqueda y parece no haber nada más. Vives en un limbo donde lo único
que parece importar es que por fin llegue ese positivo que estás anhelando después
de tanto tiempo. De final abierto, el libro acaba justo en la etapa en la que
me encuentro ahora.
La ansiedad ha bajado y ya he aceptado que lo que pase será
lo que tenga que pasar. Los días de pánico han pasado porque, al final, la vida
tiene que avanzar. Sé que seré madre, bueno, rectifico, ya lo soy porque el Kinderwunsch (el deseo de ser madre) ya arde en mi interior. Ahora sólo cabe esperar que el universo conspire a mi favor y todo se alinee para que la luz al final del túnel brille con fuerza. Y si no, siempre hay un plan B y un C. Hasta la Z aún queda camino por andar.
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