44. La librería o el coste emocional de luchar por tus sueños

Hace mucho que no reseño nada y es que mi capacidad de lectura está bajo mínimos históricos. Me cuesta concentrarme y eso provoca que mis lecturas sean bastante superficiales. Busco libros fáciles, de historias bonitas sin grandes pretensiones que me dejen buen sabor de boca porque la vida ya es demasiado amarga o lo lleva siendo para mí ya por demasiado tiempo.

En este 2018, que ha sido uno de los peores inicios de año en mi historia personal, quiero retomar aquello que me hacía tan feliz: descifrar los mensajes que ocultaban los libros que leía. Aprendí mucho de ellos y, ahora, necesito que me vuelvan a mostrar el camino a seguir.

Es por ello que vuelvo al blog (esta vez espero mantener un ritmo de entregas más o menos regular) con la esperanza de que los libros me ayuden a sobrellevar la infertilidad en otras áreas de mi vida. No quiero ser muy ambiciosa, ni presionarme en exceso porque perdería el objetivo principal que es, básicamente, reencontrar el placer de las palabras. Y dicho esto vamos allá con a primera reseña del año.

“La librería” de Penelope Fitzgerald ha sido la primera lectura que me reconectó con aquello que había perdido. Fue una lectura amable y placentera. La verdad es que me tenía ganada nada más con el título porque las librerías son mi refugio más sagrado del mundo. Hay algun@s que cuando tienen un mal día se van a comprar ropa y complementos, otr@s se atiborran a comida basura y yo voy a gastarme el sueldo en libros. Y eso me hace muy feliz.

La segunda cosa que me enganchó del libro fue su personaje principal, Florence Green, una mujer fuerte y decidida que no se deja amedrentar por nadie ya que tiene muy claro cual es su objetivo vital: Montar una librería en Old House. Y ahí se inicia el conflicto porque el pueblo o, mejor dicho, la señora más poderosa del pueblo, Violet Gamart, necesita una sala de exposiciones justo en el edificio que Florence esta usando como librería. Un lugar extrañamente común con mi vida porque al igual que la librera no acabo de querer pillar las indirectas.



Siempre he creído que los obstáculos que hallas en el camino están ahí porque así valoras más el resultado final. Y suele ocurrir que mis deseos no llegan a cumplirse fácilmente aunque, en la mayoría de los casos, consigo llegar a la meta a pesar de todo. Los obstáculos son buenos porque te muestran que estás en el camino correcto (¿o no?). Florence no se rinde y va superando todas las trabas que la señora Gamart le pone en el camino, siempre con la inestimable ayuda del señor Brundish (un viejo solitario que le compra libros) y Christine (la joven asistente que la ayuda con la biblioteca que organiza en la librería). A medida que la historia se va desarrollando las piedras en el camino son cada vez mayores y ya, ni sus aliados, pueden ayudar al inevitable final donde los “malos” ganan la batalla. Y aunque pueda parecer una conclusión triste y desalentadora, el regusto amargo se ve suavizado con la fortaleza de la protagonista que hizo todo lo posible por cumplir el sueño de montar su propia librería.




Es ahí donde me surge la duda. ¿Cuándo hay que rendirse? ¿Vale la pena sufrir tanto para conseguir aquello que anhelas? Y después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que sí: que vale la pena luchar por lo que deseas aunque el resultado sea negativo porque al menos lo habrás intentando y, a veces, los labios tocan levemente la meta final y eso es extraordinario.


Y sí, la adaptación cinematográfica es impresionante a pesar de las diferencias en papeles como el de Christine y el señor Brundish, la presencia de libros de ciencia ficción y hasta del desenlace. El poder del sueño sigue plenamente presente en cada fotograma de la película. Florence sigue luchando hasta el final para que su librería salga adelante contra viento y marea.

Y vosotros, ¿hasta donde estáis dispuestos a luchar por conseguir vuestros objetivos? ¿Cuándo es suficiente para vosotros? ¿Cuándo hay que parar y renunciar a vuestros sueños?




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